Soy
una persona prolija y meticulosa. Cuando unto la tostada, siempre intento que
la mermelada no llegue a los bordes de la misma. La tomo por los lados,
cuidando esmeradamente de no inclinarla ni hacer movimientos que hagan fluir,
lenta pero inexorablemente, esa endiabladamente deliciosa sustancia hacia los
sectores próximos a mis dedos. También presto mucha atención al estado de
limpieza del frasco, a como el instrumento untador entra en contacto con las
distintas zonas de riesgo, y a su viaje hacia el corazón de la tostada. A pesar
de todos mis esfuerzos, la mermelada SIEMPRE logra llegar a insospechados lugares
de mis dedos, manos, o aun peores.
La
única conclusión posible es que la mermelada es un ser vivo, no desprovisto de
cierta inteligencia, y extremadamente veloz. Aprovecha el más mínimo instante
de distracción para escabullirse y atacar las zonas vulnerables. Además es sádica,
escoge los lugares donde más daño puede causar, y yo creo que lo disfruta ¡Cuídense
de la mermelada!
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